En Les y en Artíes respectivamente, se conserva la tradición de quemar un abeto la noche más larga del año, la del solsticio de verano, en vísperas de San Juan. Se trata de una costumbre milenaria que se cristianizó, pero cuyos orígenes se sitúan en una tradición céltica.
La leyenda cuenta que al crearse el mundo, un gnomo llamado Erulet fue rechazado tanto en el cielo como en el infierno por malvado. Quedó atrapado en el Valle, y desde entonces los vecinos esparcen las virutas encendidas del Haro, un tronco de abeto de unos doce metros de altura plantado en la plaza del pueblo, y se bailan danzas aranesas a su alrededor al son de los acordeones.
La celebración tiene un origen ancestral, íntimamente ligado a los ciclos agrarios y solares. Se relaciona con los ritos primitivos de regeneración de la vida natural, de fecundidad y de agradecimiento a los dioses por el éxito de las cosechas y la llegada del buen tiempo. Arrancar el fuego (símbolo del sol) de la montaña y llevarlo al pueblo servía para purificar los campos y los bosques y para proteger a la población, porque la preservaba de los malos espíritus, el este caso, el del malvado Erulet aranés.