Esta población de solo medio centenar de habitantes, es una de las más pequeñas del Valle. Cuenta con la iglesia románica de Sant Martí, dedicada a su patrón, cuya antigüedad se manifiesta en el deteriorado estado de su fachada, que a diferencia de las iglesias parroquiales de sus pueblos vecinos, esta no ha logrado aguantar las inclemencias de la dura climatología de alta montaña. Cuenta la leyenda que San Martín pasó por sus calles a caballo tranquilamente, dónde se encontró con un mendigo en un estado deplorable. El pobre estaba a punto de morir de frío en pleno mes de noviembre y San Martín se compadeció de él entregándole la mitad de su capa para que pudiera resguardarse. Pero la realidad es que ese mendigo era el demonio, que con la intención de conseguir que el Santo muriera de frío, ingenió este plan para quedarse con sus vestimentas sin que este se enterara. A pesar de todo, finalmente no lo consiguió, porque en ese preciso instante, el sol apareció y con sus rayos empezó a calentar, haciendo que ya no fuera necesario abrigo para proseguir con la marcha.